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miércoles, 29 de agosto de 2012

Atravesando los cristales, las mujeres, dos pisos hacia abajo,
dulce tintinear de los vidrios compañeros.
Esas mujeres me miraban con sonrisas torpes y decían:- mi vida entera no vale nada-.
Esas mujeres, tras los cristales aún intactos,
me sonreían y mostraban sus blancos dientes
y escondían tras las amplias polleras a sus niños
que dormían acurrucados entre las telas.

Las mujeres dijeron que se iban,
y una tras otra,
destrozando las ventanas se fueron volando.

Los pibes, con el vuelo de esas polleras se empezaron
a despertar del sopor que los atenazaba a sus madres.
Las madres que se habían convertido en pequeños,
pequeñisimos cristales,
para así poder entrar en las gargantas de sus hijos.

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