En el tiempo que medió entre la luz y su derrota,
dieron nombre firme a la construcción.
Era un navío de formas que se adelantaban,
sus mástiles se deslizaban, en un primer intento, hacia el puente.
En el segundo intento se irguieron firmes, pero sin velas,
y la embarcación siguió inmóvil.
Hubo una tercera vez: los mástiles se arrancaron furiosos de su cuña, y se precipitaron al tablado, atravesándolo en su ira.
El navío, desfondado se levanto un tanto de su astillero, socavado la base de tierra.
Las criaturas constructoras se arrebataron de frustracion al ver a su creación rechazar su misma posibilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario